CASO BAMACA: Declaración de Jennifer Harbury, 20 Febrero 2011
jueves, noviembre 3rd, 2011
Fuente: http://cpr-urbana.blogspot.com/
Este 20 de octubre día de la Revolución se llevo acabo la histórica marcha que recuerda la década de la primavera (1944-54), la popular marcha salio a las 9 de la mañana del trébol, por la avenida Bolívar llego hasta el Parque Central de la zona 1.
Cada vez se generaliza mas el uso del Estencil pero este año dedico especial atención al uso casi masivo del mismo por jóvenes que experimentan en esta técnica de guerrilla de comunicación. Este foto reportaje muestra gran parte de esta técnica utilizada en la marcha, en donde se pudo observar que el Estencil político Guatemalteco es por excelencia la nueva arma de lucha de colectivos juveniles y/o jóvenes que rompiendo el silencio han salido a las calles a expresarse.
Los Estenciles son herramientas de comunicación nuevas que marcan en el territorio o paisaje urbano hegemónico esa disputa con la memoria oficial, existe una juventud creciente que integra la memoria a su expresión artística, a los ojos de una sociedad adormecida y enajenada como lo son gran parte de la población urbana guatemalteca las marcas, grafiti o estenciles puede ser ser un simple acto desapercibido, este espacio alternativo de comunicación lo identifica como una muestra mas de esperanza de una población que despierta y transgrede los limites impuestos de una sociedad conservadora.
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01 Los dolares – La fiebre del oro
02 Alioto lokos – Sobre la faz de la tierra
03 Ukamau y ké – Religiones falsas
04 León Gieco – Cinco siglos igual
05 Mano negra – Amérika perdida
06 Los cafres – Pirata Colón
07 A.N.I.M.A.L. – Gritemos para no olvidar
08 Skaparapid – Que trabaje el rey
09 Los crudos – 500 años
10 Malón – Grito de Pilagá
11 Los fabulosos cadillacs – V centenario
12 Puagh – La historia te delata
13 Arbolito – El vindicador, Arbolito (Texto) Osvaldo Bayer
14 Arbolito – Arbolito
15 Desobediencia Civil (argentina) – Culturas Perdidas (octubre 12)
16 Violeta Parra- Arauco tiene una pena
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LUIS. – ¡Buen vino es éste, amigo! CARLOS. – Psch, no es malo… pero si es caro.
LUIS. – ¿Caro? ¡Seguramente! Con tanto impuesto y con tantas contribuciones como se pagan al gobierno y al municipio, el litro viene a costar el doble de lo debido. ¡Y si fuese tan solo el vino! El pan, la carne, la casa, todo cuesta un ojo de la cara; y si el trabajo falta no se puede pagar ni aún lo más necesario. En fin, que no hay modo de poder vivir.
Sin embargo todo el mal viene de nosotros mismos. Si nosotros quisiéramos, todo se podría remediar.
Precisamente, ahora es la ocasión para poner manos a la obra.
CARLOS. – ¿Sí? Veamos, veamos cómo.
LUIS. – Es una cosa muy sencilla. ¿Eres elector?
CARLOS.- Sí, lo soy; pero como si no lo fuera, porque no he de votar.
LUIS. – He ahí el mal. ¡Y después nos lamentamos! ¿No comprendes que tú mismo eres tu propio asesino y el de tu familia? Tú eres uno de tantos que por su indolencia y su rebajamiento merecen la miseria en que yacen. Y todavía es poco. Tú…
CARLOS. – Bueno, bueno, no te sobresaltes. A mí me gusta razonar y no quiero más que ser convencido. ¿Pero qué conseguiría si fuese a votar?
LUIS. – ¡Como! ¿Qué necesidad hay de razonar tanto? ¿Quienes hacen las leyes? ¿No son los diputados y los ministros? Así, pues si eligiéramos buenos diputados y buenos concejales, habría buenos ministros y buenos municipios y, por consecuencia, serían mejores las leyes, se rebajarían las contribuciones, se suprimirían impuestos tan odiosos como el de consumo, seria protegido el trabajo, y, por ende, la miseria en que vivimos no seria tan espantosa.
CARLOS. – ¡Buenos diputados, buenos ministros y buenos concejales! ¡Bonito canto de sirena! Se necesita estar sordo y ciego para no comprender que todos son lo mismo. Como tú, hablan todos los que tienen necesidad de ser elegidos. Todos buenos, todos democráticos; nos pasan la mano por el lomo, llaman a nuestras compañeras para saludarlas, a nuestros niños para besarlos; nos prometen ferrocarriles, puentes, agua potable, trabajo, pan a buen precio, protección del Estado… todo lo que se quiera. Y después, si te he visto no me acuerdo. Una vez elegidos, adiós promesas. Nuestras compañeras y nuestros hijos pueden morirse de hambre; nuestro país puede verse asolado por las fiebres y toda clase de calamidades; el trabajo se paraliza y pan falta para la mayor parte, y el hambre, la miseria, hacen estragos por doquier. ¡Pero qué! El diputado no se ocupa para nada de nuestros desastres. Para estas cosas está la policía. Para otro año se reanudará la burla. Por el momento, pasada la fiesta, engañado el santo. ¿Y sabes? El partido político, el color político, nada importa; todos, todos son iguales. La única diferencia es que los unos se nos presentan cínicamente como son, mientras que los otros nos llevan con su charla adonde quieren, haciéndose pagar banquetes y otras zarandajas.
LUIS. – Perfectamente; más, ¿por qué elegir los burgueses? ¿No sabes que los burgueses viven del trabajo de los demás? ¿Y como quieres que piensen en hacer el bien del pueblo? Si el pueblo fuera libre, se habría concluido la cucaña política para esos caballeros del bien vivir. Verdad es que si quisieran trabajar estarían aún mejor, pero esto no lo entienden; no piensan más que en sacar cuanto pueden la sangre del pobre pueblo.
CARLOS. – ¡Oh! Ahora si que empiezas a hablar bien. Solamente los burgueses o los que quieren ser diputados para llegar a ser burgueses, se ocupan de los burgueses.
LUIS. – Pues bien, evitemos esto. Nombremos diputados a los amigos probados, consecuentes, diputados populares, y así estaremos seguros de no ser engañados.
CARLOS. – ¡Eh, alto! No hay tantos de esos amigos probados. Pero ya que eres curioso nombremos, nombremos esos diputados ¡como si tú y yo pudiéramos nombrar a quien mejor nos pareciera!
LUIS. – ¿Tú y yo? No se trata únicamente de nosotros dos. Es cierto, certísimo, que nosotros dos nada podemos hacer; pero si cualquiera de nosotros se esforzase por convertir a los demás, y éstos procedieran como nosotros, pronto contaríamos con la mayoría de los electores y podríamos elegir el diputado que mejor nos pareciera. Y si lo que nosotros hiciéramos aquí lo hicieran en los demás colegios electorales, llegaríamos a tener de nuestra parte la mayoría del parlamento, y entonces…
CARLOS. – Y entonces vuelta a la cucaña política para los que fueran al parlamento… ¿no es verdad?
LUIS. – Pero…
CARLOS. – ¿Pero me tomas como cosa de juego? ¡Que mal vas! No parece sino que ya cuentas con la mayoría y todo lo arreglas a tu antojo.
La mayoría, amigo, la tienen siempre los que mandan, la tienen siempre los ricos. Ahí tienes un pobre diablo, un labrador con su mujer enferma y cinco hijos chiquitillos; anda y persuádele que debe sufrir los rigores de la miseria, de que debe consentir en verse en medio de la vía pública como un perro vagabundo, no sólo él sino también los suyos, por el placer de dar el voto a quien no sea del gusto del burgués. Anda y convence a todos los que el burgués puede hacer morir de hambre cuando le plazca. Desengáñate: el pobre nunca es libre; y por tanto no sabría por quien votar. Y si supiera y pudiera, aun tendría necesidad de votar a sus señores. Así tendrían estos lo que desean, y buenas noches. Lo mismo en el campo que en la ciudad, el trabajador es esclavo del que manda o del que más tiene. En nuestros villorrios, en nuestras aldeas, en los más reducidos lugares, el cacique es dueño y señor de todos los electores. Un simple alcalde de barrio tiene más poder en una aldea que un banquero en la ciudad. La sola presencia de un representante de la tiranía, se lleva por delante a todos los electores habidos y por haber.
Por desgracia, nuestros compañeros del campo se ven obligados a votar por quien manda el cacique, o el alcalde, o el que le presta a un interés usurario algún dinero.
En las poblaciones grandes o pequeñas, el obrero industrial esta totalmente supeditado al fabricante, al maestro; y cuando no al médico, o al abogado, al notario, al casero, hasta al tendero de aceite y vinagre. Ved y diles que voten, y contestarán que desgraciadamente han de votar, quieran que no, por quien les manden.
¡Pobre del que se atreve a tener opiniones propias!
LUIS. – Sin duda la cosa no es fácil. Se necesita trabajar, propagar para hacer comprender al pueblo cuáles son sus derechos y animarle a afrontar la ira de los burgueses. Necesitamos unirnos, organizarnos para impedir a los burgueses que coarten la libertad de los trabajadores, arrojándoles a la calle cuando no siguen sus consejos.
CARLOS. – ¿Y todo esto para votar por Don Fulano o Don Mengano? ¡Qué simple eres! Si, todo lo que dices debemos hacerlo, pero de un modo muy distinto: debemos hacerlo para que el pueblo comprenda que cuanto hay en el mundo es suyo y se le roba; y que por tanto tiene el derecho, y si se quiere hasta la fuerza, de arrebatarlo, y de arrebatarlo o recuperarlo por sí mismo, sin esperar gracias de nadie.
LUIS. – Pero, en fin, ¿cómo hacerlo? Alguno ha de dirigir al pueblo, organizar las fuerzas sociales, administrar justicia y garantizar la seguridad publica.
CARLOS. – No, no. Nada de eso.
LUIS. – ¿Y como entonces? ¡El pueblo es tan ignorante!
CARLOS. – ¿Ignorante? El pueblo lo es, en verdad, porque si no lo fuera, pronto enviaría a paseo toda la jerigonza gubernamental. Pero yo creo que tus propios intereses te lo harán pronto comprender. Si dejáramos al pueblo obrar por su cuenta, arreglaría sus cosas mejor que todos los ganapanes que, con el pretexto de gobernarlo, lo explotan y tratan como a una bestia.
Es curioso lo que te ocurre con esta historieta de la ignorancia popular. Cuando se trata de dejar al pueblo que haga lo mejor que le parezca, dices que no tiene capacidad ninguna; cuando, por el contrario, se trata de hacerle nombrar diputados, entonces se le reconoce ya una cierta capacidad… y si nombra alguno de los nuestros, entonces se le atribuye una sapiencia estupenda…
¿No es cien veces más fácil administrar cada uno por si mismo lo que le pertenezca, que encontrar uno que sea capaz de hacerlo por otro? No sólo, en este último caso, se necesita conocer cómo había de hacerse todo para juzgar la idea del que se escogiese, sino también saber discernir la sinceridad, el talento y las demás cualidades del que solicitase nuestros votos. ¿Y si el diputado quisiera servir sinceramente nuestros intereses, no debería preguntar por nuestra opinión, indagar nuestros deseos, acatar nuestras decisiones? Y entonces, ¿por qué dar a nadie el derecho de obrar a su antojo y de engañarnos y traicionarnos si bien lo juzga?
LUIS. – Pero como los hombres no pueden hacerlo todo por si mismos, como no sirven para todo, de aquí la necesidad de que alguno cuide de la cosa pública y arregle los asuntos de la política.
CARLOS. – Yo no sé qué es lo que tú entiendes por política. Si entiendes que es el arte de engañar al pueblo y robarlo haciéndole gritar lo menos posible, persuádete de que haríamos nosotros mismos otra cosa. Si por política entiendes el interés general, y el modo de hacerlo todo de acuerdo con la mayor ventaja para cada uno, entonces es una cosa de la que debemos ocuparnos y entender todos, como todos, por ejemplo, sabemos acudir a la mesa de un café sin incomodarnos los unos con los otros, divirtiéndonos sin molestia para nadie. ¡Que diantre! No parece sino que hasta para sonarnos habríamos de necesitar un especialista y darle por añadidura el derecho de arrancarnos la nariz, si no nos sonábamos a su gusto.
Por lo demás, se comprende que el zapato debe hacerlo el zapatero y la casa el albañil. Pero nadie sueña en dar al zapatero y al albañil el derecho de gobernarse, administrarse… Pero volvamos al asunto. ¿Qué han hecho en favor del pueblo los que han ido y van al parlamento y al municipio para hacer el bien general? ¿Y, aún los mismos socialistas, se han mostrado mejores que los demás? Nada, lo que te he dicho, todos son iguales.
LUIS. – ¿También la emprendes con los socialistas? ¿Qué quieres que hagamos, si verdaderamente no podemos hacer nada? Somos pocos, y aunque en algún municipio tengamos mayoría, estamos completamente sitiados por las leyes y la influencia de la burguesía que nos ata de pies y manos.
CARLOS. – ¿Y por qué vais entonces a votar? ¿Por qué insistís, si no podéis hacer nada? Será porque los elegidos podrán hacer algo para si mismos, en su provecho propio. LUIS. – Dispensa un momento: ¿eres anarquista?
CARLOS. – ¿Qué te importa lo que soy? Escucha lo que digo, que si ves que mis argumentos son buenos, apruébalos, si no, combátelos y trata de convencerme. Si, soy anarquista, ¿y que?
LUIS. – ¡Oh, nada! Yo tengo mucho gusto en discutir contigo. También yo soy socialista, pero no anarquista, porque me parece que tus ideas son demasiado avanzadas. Mas, comprendo que en muchas cosa tienes razón. Si hubiera sabido que eras anarquista, no te hubiera dicho que por medio de las elecciones y del parlamento puede obtenerse el bien deseado, porque mientras seamos pobres, serán siempre los ricos los que confeccionen las leyes, y las harán siempre en provecho propio.
CARLOS. – ¡Pero tu eres, entonces, un embaucador!
LUIS. – ¡Cómo!
CARLOS. – ¿Sabes la verdad y predicas la mentira? Cuando no sabías que yo era anarquista, decías que eligiendo buenos diputados y buenos concejales se convertiría la tierra en un verdadero paraíso; ahora que ya sabes lo que soy y que no puede engañárseme en un dos por tres, dices que con el parlamentarismo nada se puede conseguir. ¿Por qué entonces, quebrarse la cabeza con la propaganda de las elecciones? ¿O es que te pagan para engañar a los infelices trabajadores? Sin embargo, yo sé que eres un buen obrero, que eres de los que viven a fuerza de mucho esfuerzo. ¿Por qué, entonces, engañas a tus compañeros haciéndoles que favorezcan los intereses de cualquier renegado, que con la excusa del socialismo lo que busca es darse tono de señor, de gran señor, de gran burgués?
LUIS. – No, no, amigo mío. No me juzgues tan mal. Si yo procuro que los obreros voten, es en interés de la propaganda solamente. ¿No comprendes cuántas ventajas tiene para nosotros el que haya alguno de los nuestros en el parlamento? Puede hacer la propaganda mejor que cualquier otro, porque viaja como le parece y sin que la policía le estorbe mucho; además, cuando habla en la cámara, todo el mundo se ocupa de las ideas socialistas y las discute. ¿No es esto propaganda? ¿No vamos ganando siempre algo?
CARLOS. – ¡Y para propagar te conviertes en agente electoral!; ¡Bella propaganda la tuya! Anda, ve y dile a la gente que todo han de esperarlo del parlamento, que la revolución no conduce a nada, que el obrero no tiene otra cosa que hacer más que depositar un pedazo de papel en la urna y esperar con la boca abierta a que caiga el maná del cielo. ¡Bonita, magnifica, sublime propaganda!
LUIS. – Tienes razón, pero ¡que hacerle! ¿Cómo decir a los trabajadores que no se puede esperar nada del parlamento, que los diputados para nada sirven, y propagarles luego que deben votar? Dirían que los tomábamos como juguetes.
CARLOS. – Bien sé que se necesita algo para decidir a la gente a que vote y elija diputados. Y no sólo se necesita hacer algo, sino también prometer mucho que no se ha de poder cumplir; se necesita hacer la corte a los señores, ser benévolo con el gobierno, encender una vela a san Miguel y otra al diablo, y burlarse de todos. Si no, no se es elegido. ¿Y a que me vienes a hablar de propaganda, si todo lo que hacéis es contrario completamente a ella?
LUIS. – No digo que no tengas razón, mas, en fin, ven conmigo que es siempre ventaja tener alguno de los nuestros que pueda levantar la voz en la Cámara, y defender las ideas de emancipación del proletariado.
CARLOS. – ¿Una ventaja? Para ellos y aún para alguno de sus amigos, no digo que no. Más para la masa general del pueblo, de ningún modo. ¡Si por lo menos no fuese esto ya evidente hasta la saciedad! Allá va un año tras otro en que hemos sido bastante necios para mandar al parlamento diputados socialistas. Los hay en la Cámara francesa, los hay en la italiana, los hay en la alemana, en la española y en la argentina, en número bastante crecido y ¿que hemos obtenido? Que los unos se hagan monárquicos, los otros se alíen con los republicanos, y nadie se ocupe de los intereses populares. ¡Pobres obreros republicanos! Creen hacer un gran bien y no reparan en que son miserablemente engañados. Volviendo a nuestro primer asunto, esto es, a lo que hemos obtenido con el nombramiento de diputados socialistas, resulta que éstos eran perseguidos y tratados como malhechores cuando decían la verdad, y hoy son muy estimados de los grandes señores, y el ministro y el consejero les tienden la mano. Y si son condenados es por cuestiones puramente burguesas que nada tienen que ver con la causa del obrero y, por tanto, no tienen excusa. Todos son perros de una misma raza, o como suele decirse, los mismos perros con distintos collares, que acaban siempre por ponerse de acuerdo para roer el hueso popular, para acabar con la sangre del pueblo. ¡No tengas cuidado, que semejantes personajes expongan sus pechos en un movimiento revolucionario!
LUIS. – Eres demasiado severo. Los hombres son hombres y necesariamente, hay que disculpar sus debilidades. Por lo demás, ¿qué se puede decir si los que hemos nombrado hasta ahora, no han sabido cumplir con su deber, o no han tenido valor suficiente para cumplirlo? ¿Quién dijo que elijamos siempre los mismos? Nombremos pues otros mejores.
CARLOS. – ¡Ya! Y así el partido socialista vendrá a convertirse en una fábrica de embaucadores. ¿Crees tú que no hemos tenido ya bastantes traidores? ¿O es que hay que colocar a los demás en situación de que lo sean? En fin, ¿crees o no crees que el que al molino va, en la harina se le conoce? El que se mezcla con los burgueses, le toma gusto a vivir sin trabajar. Cuanta más gente pase por el poder, tanta más se corromperá. Aunque pasase alguno que tuviera bastante buen temple para no corromperse, seria lo mismo, porque amando la causa popular, no podría oponerse a la propaganda con la esperanza de ser útil más tarde.
Yo creo firmemente en la sinceridad del que, diciéndose socialista, corre todos los riesgos, se expone a perder su jornal, a ser perseguido y encarcelado. En cambio, me inspiran poca confianza los que hacen del socialismo un oficio, que nada hacen que pueda comprometerles, que buscan la popularidad huyendo del peligro, esto es, que saben nadar y guardar la ropa, como suele decirse gráficamente. Me parece que son como los curas, que predican para su santo negocio.
LUIS. – Traspasas el límite de lo racional, amigo mío, porque entre los que has insultado, están los que han trabajado y sufrido por la causa común, están los que tienen un pasado…
CARLOS. – No vengas ahora a romperme la cabeza con el pasado. El mismo Crispi ha sido en otros tiempos revolucionario, ha expuesto la piel y ha sufrido como tantos otros. ¿Vamos por esto a respetarlo ahora que se ha convertido en un reaccionario, en un tiranuelo de los más repugnantes?
Esos individuos de quienes hablas son los mismos que deshonran y mancillan su propio pasado, y en nombre de ese mismo pasado podemos condenarlos porque han renegado de él. En todas partes hay ejemplos de lo que digo: la mayor parte de los pro hombres republicanos de la republicana Francia han sido más o menos revolucionarios en otros tiempos, y hoy son unos doctrinarios de la peor estofa. Hay en el partido conservador ingles quien ha llegado en otras épocas hasta a aceptar el programa de la Internacional. En España, no sólo Castelar y Salmerón, sino también Sagasta y Cánovas, entre muchos republicanos y monárquicos, fueron, quien más quien menos, revolucionarios decididos, y hoy todos se avienen con las ideas y procedimientos más retrógrados, explotando al pueblo desde el poder unos, engañándolo desde la oposición otros.
LUIS. – Bueno, hombre, no se como he de convencerte. Vaya enhoramala el parlamentarismo, pero has de convenir que en cuanto al municipio ya es otra cosa. Aquí es más fácil obtener mayoría y hacer el bien del pueblo.
CARLOS. – ¡Pero si tú mismo has dicho que los concejales están atados de pies y manos y que al fin y a la postre, tanto en la Cámara como en el municipio, son siempre los ricos los que mandan! Por lo demás, ya hemos visto bastantes ejemplos. En la vecina ciudad lo mismo que cualquiera, han ido los socialistas al ayuntamiento y, ¿sabes lo que han hecho? Habían prometido suprimir el impuesto de consumos y facilitar los medios para que los niños pudieran ir cómodamente a la escuela desde el pueblo a la ciudad, y nada han hecho. Y después, cuando el pueblo murmura, aquellos señores socialistas hablan en sus mismos periódicos del «eterno descontento», como pudieran hacerlo los mismos representantes de la autoridad y de la burguesía. Además, cuando van al municipio, no tienen dónde caerse muertos, y luego se procuran buenas colocaciones para sí y sus parientes, de modo que puedan vivir sin trabajar, y luego dicen que quieren hacer el bien del pueblo.
LUIS. – ¡Pero esas son calumnias!
CARLOS. – Admitamos que hay algo de calumnioso, ¿y lo que yo he visto con mis propios ojos? Dicen que cuando el río suena agua lleva, y en esta ocasión no puede ser más cierto; lo cual perjudica en gran modo al partido socialista. El socialismo, que debiera ser la esperanza y el consuelo del pueblo, de la clase trabajadora, se hace objeto de sus maldiciones cuando se halla en el poder, en el parlamento o en el municipio. ¿Aún dirás que esta es propaganda propiamente dicha?
LUIS. – ¡No seas así! Si no estas satisfecho de los que nos representan, nombremos otros; la culpa la tienen siempre los electores, porque son los burgueses los que nombran a los que quieren.
CARLOS. – ¡Y dale! ¿Hablo con una piedra o con quien hablo? Sí, señor, si, la culpa la tienen los electores y los no electores, porque debieran prescindir de los parlamentos y de los municipios, como cosa completamente inútil para el bien del pueblo. Farsa por farsa, debemos quedarnos sin ninguna. El parlamento, las diputaciones y los municipios, son farsas que nos cuestan muy caras y que para nada sirven. Y tú, que no ignoras que aquellos de los nuestros que van al parlamento, a la diputación o al municipio, conviértanse o no en embaucadores, nada pueden hacer por la clase trabajadora, salvo echarle tierra en los ojos para mayor tranquilidad de los señores; tú debes esforzarte para destruir esa estúpida fe en el sufragio.
La causa fundamental de la miseria y de todos los males sociales es la propiedad individual (a causa de la cual el hombre no puede producir sino aceptando las condiciones que le imponga el que monopoliza la tierra y los instrumentos del trabajo) y el gobierno, el cual defiende a los explotadores y explota por su propia cuenta.
Y los burgueses, antes que dejen que se ponga la mano sobre estas dos instituciones: la propiedad y el gobierno, las defenderán a todo trance. Engañan, mistifican y pervierten todo, y cuando esto no basta, a la prisión, al destierro y hasta al cadalso apelan contra nosotros. ¡Si quieres mejor elección! Nosotros queremos la revolución; una revolución completa que no deje la menor memoria de la infamia actual. Se necesita declararlo todo, tierra e instrumentos de trabajo, propiedad común; se necesita, es preciso que todos tengamos pan, casa y vestidos; es indispensable que los campesinos supriman al burgués y cultiven la tierra por su propia cuenta y la de sus compañeros de trabajo; que el obrero industrial prescinda también del burgués que le explota, y organice la producción en beneficio general; y, además, es muy necesario no volverse acordar del gobierno, no dar poder a nadie y hacer cada uno todas las cosas por si mismos. Cada cual se entenderá dentro de un municipio o pueblo con sus compañeros de oficio y con todos los que tengan necesidad de entenderse en los pueblos más cercanos. Los municipios se entenderán unos con otros; los comarcas con las comarcas, las regiones con las regiones también. Los de un mismo oficio en diferentes localidades se entenderán entre si, y así se llegará al acuerdo general, y se llegará ciertamente porque en ello va el interés de todos. Entonces, no nos veremos como el perro y el gato, no estaremos en guerra permanente, no pereceremos en manos de una concurrencia infame. Las máquinas ya no serán de utilidad exclusiva de los burgueses ni servirán para dejar sin trabajo y sin pan a la mayor parte de los nuestros, de los que producen y están siempre condenados a la esclavitud y a la miseria; pero servirán en cambio, para hacer el trabajo menos pesado, más útil y más ventajoso para todos. No habrá ya tierras incultas, ni sucederá que el que las cultive no produzca más que la décima parte de lo que debe producir, porque se aplicarán todos los medios ya conocidos para aumentar y mejorar la producción de la tierra y de la industria, de tal modo que el hombre podrá satisfacer siempre sus necesidades espléndidamente.
LUIS. – Todo lo que dices es muy bello y verlo quisiera. Yo también encuentro muy buenas vuestras aspiraciones, pero ¿cómo realizarlas? Ya sé que el único medio es la revolución, y que por muchas vueltas que se le dé por la revolución se acabará. Mas, como por el momento, la revolución no podemos hacerla, hacemos en tanto lo que podemos y no pudiendo hacer otra cosa mejor, agitamos la opinión por medio de las elecciones. Así nos movemos siempre, y siempre se hace propaganda.
CARLOS. – ¡Cómo! ¿Hablas ahora de propaganda? ¿No sabes que clase de propaganda has hecho con las elecciones? Vosotros habéis dejado a un lado el programa socialista y os mezcláis con todos esos charlatanes demócratas, que no se ocupan más que de conquistar el poder y hacer luego lo que han hecho todos sus compañeros en democracia: ocuparse ante todo de si mismos. Vosotros habéis introducido la división y la guerra personal entre los socialistas. Vosotros habéis abandonado la propaganda de los principios por la propaganda a favor de zutano o de mengano.
Ya no habláis de revolución, y aunque habléis no pensáis, ni por asomo en hacerla, en provocarla; y esto es natural, porque el camino de las Cortes no es el de las barricadas. Habéis corrompido a un cierto número de compañeros que sin la tentación a que los sometisteis hubieran permanecido honrados. Habéis fomentado ciertas ilusiones que hicieron olvidar la revolución, y cuando se desvanecieron, nos hicieron desconfiar de todo y de todos. Habéis desacreditado al socialismo entre las masas que empezaron a considerarse como un partido de gobierno, y han sospechado de vosotros y os han despreciado, como hace siempre el pueblo con todos los que llegan o pretenden llegar al poder.
LUIS. – Dime, entonces, ¿qué es lo que debemos hacer? ¿Qué hacéis vosotros? ¿Por qué en vez de hacernos la guerra no tratáis de hacernos mejores?
CARLOS. – Yo no te he dicho que nosotros hayamos hecho y hagamos todo lo que se puede y debe hacer. Aun de esto mismo tenéis vosotros mucha culpa, porque con vuestras mistificaciones y deserciones habéis paralizado por muchos años nuestra acción, y nos habéis obligado a emplear grandes esfuerzos para combatir vuestra tendencia, que si hubiera prevalecido, no hubiera quedado del socialismo más que el nombre. Pero esto creemos que no se repetirá. Por una parte, nosotros hemos aprendido mucho y estamos en situación de aprovechar la experiencia obtenida y corregir los errores del pasado. Por otra, entre vosotros mismos la gente empieza a ver con malos ojos las malditas elecciones. La experiencia es de tantos años y vuestros representantes se han significado tan poco, que hoy todos los que aman sinceramente la causa y tienen espíritu revolucionario, tienen forzosamente que abrir los ojos.
LUIS. – Y bien, haced la revolución, y estad seguros que nosotros nos encontraremos a vuestro lado, cuando hagáis las barricadas. ¿Nos tomáis acaso por cobardes?
CARLOS. – Es una cosa muy cómoda, ¿no es verdad? ¡Haced la revolución, y luego, cuando esté hecha, nos veremos! Pero si vosotros sois revolucionarios, ¿por qué no ayudáis a prepararla?
LUIS. – Oíd: por mi parte, os aseguro que si viera un medio práctico para poder ser útil a la revolución, enviaría al diablo elecciones y candidatos, porque, para deciros la verdad, comienzo a tener yo también la cabeza llena de política, y os confieso también que lo que me has dicho hoy me ha hecho un poco de impresión; no te puedo decir que no tienes razón.
CARLOS. – ¿No sabéis lo que se puede hacer? ¡Pero si yo os digo que la practica de la lucha electoral hace perder hasta el criterio de la buena propaganda socialista y revolucionaria! Y, sin embargo, basta saber lo que se quiere y quererlo firmemente para encontrar mil cosas útiles para hacer. Ante todo, propaguemos los verdaderos principios socialistas, y en lugar de contar mentiras y dar falsas esperanzas a los electores y los no electores, incitemos en esas mentes el espíritu de rebelión y el desprecio al parlamentarismo. Hagamos de modo que los trabajadores no voten, y que las elecciones se las hagan ellos, gobierno y capitalistas, en medio de la indiferencia y del desprecio de pueblo; porque cuando se ha destruido la fe en las urnas, nace lógicamente la necesidad de hacer la revolución. Vayamos a los grupos y a las reuniones electorales, pero para desbaratar los planes y las mentiras de los candidatos, y para explicar siempre los principios socialista-anárquicos, es decir, la necesidad de sacar el gobierno y desposeer a los propietarios. Entremos en todos los sindicatos obreros, hagamos otros nuevos, y siempre para hacer la propaganda y hablar de todo aquello que debemos hacer para emanciparnos. Pongámonos en la primera fila en las huelgas, provoquémoslas siempre para ahondar el abismo entre patronos y obreros y empujemos siempre las cosas cuanto más adelante mejor. Hagamos comprender a todos aquellos que mueren de hambre y de frío, que todas las mercaderías que llenan los depósitos pertenecen a ellos, porque ellos fueron los únicos constructores, e incitémoslos y ayudémosles para que las tomen. Cuando suceda alguna rebelión espontánea, como varias veces ha acontecido, corramos a mezclarnos y busquemos de hacer consistente el movimiento exponiéndonos a los peligros y luchando juntos con el pueblo. Luego, en la práctica, surgen las ideas, se presentan las ocasiones. Organicemos, por ejemplo, un movimiento para no pagar los alquileres; persuadamos a los trabajadores del campo que se lleven las cosechas para sus casas, y si podemos, ayudémoslos a llevárselas y a luchar contra dueños y guardias que no quieran permitirlo. Organicemos movimientos para obligar a los municipios a que hagan aquellas cosas grandes o chicas que el pueblo desee urgentemente, como, por ejemplo, sacar los impuestos que gravan todos los artículos de primera necesidad. Quedémonos siempre en medio de la masa popular y acostumbrarla a tomarse aquellas libertades que con las buenas formas legales nunca le serían concedidas.
En resumen: cada cual haga lo que pueda según el lugar y el ambiente en que se encuentra, tornando como punto de partida los deseos prácticos del pueblo, y excitándole siempre nuevos deseos. Y en medio de toda esta actividad, vayamos eligiendo aquellos elementos que poco a poco van comprendiendo y aceptando con entusiasmo nuestras ideas; juntémonos en pacto mutuo, y preparemos así las fuerzas para una acción decisiva y general.
Ved, dentro de poco, por ejemplo, viene el asunto del 1 de Mayo. En todo el mundo los obreros se preparan a efectuar una grandiosa manifestación para ese día, no trabajando. Hay muchos que lo hacen simplemente para obtener la Jornada de 8 horas de trabajo, pero hay también aquellos que no se conforman con esto. Y piensan quitarse de encima, de una manera radical, todas esas sanguijuelas que con el nombre de capitalistas o patrones, chupan la sangre a los trabajadores. Y bien; nosotros debemos aceptar este práctico terreno de acción que nos ofrecen las masas mismas. Trabajemos entonces desde ahora e incansablemente, para que el próximo 1 de Mayo nadie trabaje y nadie vuelva a hacerlo sino como trabajador libre, asociado a compañeros libres y en talleres de propiedad de todos. Y cuando venga ese 1 de Mayo, salgamos a la calle con la muchedumbre y hagamos aquello que la disposición del pueblo nos aconseje. No será quizás la revolución, porque los gobiernos están muy prevenidos y el pueblo aun no sabe luchar; pero, ¡quien sabe!,… si pudiéramos dar al movimiento una gran extensión, los gobiernos se verían impotentes para reprimirlo. De cualquier modo, el pueblo tendrá ocasión de ver y sentir su fuerza, y una vez que se haya dado cuenta de su fuerza y la haya visto desplegada, no tardará en servirse de ella.
LUIS. – ¡Muy bien; me gusta! ¡Al diablo las elecciones y pongámonos a la obra! Venga esa mano. ¡Viva la Anarquía y la Revolución Social!
CARLOS. – ¡Viva!
la Marcha de la Memoria
saldrá del Parque Morazán el jueves 30 de Junio
a las 8 de la mañana para el parque Central
en donde se llevara acabo la Tribuna de la Memoria
Grupos ilegales armados en la Guatemala post conflicto ( guerra civil ) y las fuerzas detrás de ellos
Descargar / Descargar : http://www.mediafire.com/?13bekco2w9aa7tc
Ver en linea / Online : http://desobedientes.noblogs.org/files/2012/03/Poderes-Ocultos-en-Guatemala-WOLA-desobedientes.NOBLOGS.org-.pdf
A 33 años de la masacre de panzós
Guatemala: Memoria de Silencio
Anexo I: Volumen 1
http://shr.aaas.org/guatemala/ceh/mds/spanish/anexo1/vol1/no9.html
CASO ILUSTRATIVO No. 9
LA MASACRE DE PANZOS
«A las buenas fuimos y dolor encontramos».1
«Si estaba peleando por tierra, estaba dispuesta a dar la tierra, pero no la vida».2
I.
Antecedentes
El municipio de Panzós, ubicado en el valle del río Polochic, pertenece al departamento de Alta Verapaz. En 1973 habitaban el municipio 25,261 personas, de las cuales un 93% eran maya q’eqchi’.3
El valle del Polochic ha estado habitado desde tiempos remotos por población q’eqchi’ y poqomchi’. Desde la época del presidente Justo Rufino Barrios, en la segunda mitad del siglo XIX, comenzó la adjudicación de tierras de la zona a agricultores alemanes.4 El decreto 170 o de Redención de Censos facilitó la expropiación de las tierras a los indígenas en favor de los alemanes, al propiciar la venta en pública subasta de las tierras comunales.5 Desde esta época, la principal actividad económica ha sido la agro-exportadora, especialmente de café, banano y cardamomo.6 La propiedad comunal, dedicada a cultivos de subsistencia, se convirtió en propiedad privada dirigida al cultivo y comercialización a gran escala de productos agrarios. Por tanto, las características fundamentales del sistema productivo, han sido desde esta época la acumulación de la propiedad en pocas manos7 y una especie de servidumbre de finca, basada en la explotación de los «mozos colonos».8
A partir de la Reforma Agraria (1952) los pobladores de Panzós iniciaron su lucha por la propiedad de la tierra. Con el Gobierno de Arbenz se formaron los comités agrarios locales y se adjudicaron 2,300 hectáreas a las comunidades indígenas.
Con la contrareforma (1954) la mayoría de las tierras fueron devueltas a los antiguos finqueros. En esta época se eligió a Flavio Monzón, del Movimiento de Liberación Nacional (MLN), como alcalde municipal. Este controló el poder municipal hasta la década de los setenta y utilizó dicha influencia para convertirse en uno de los más grandes terratenientes de la zona.9
Al inicio de la década de los sesenta, Panzós era un área de influencia de los primeros grupos guerrilleros.
En 1964 varias comunidades asentadas durante décadas en la orilla del río Polochic se organizaron en torno al reclamo de títulos de propiedad al Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA), creado en octubre de 1962. Sin embargo, las tierras fueron adjudicadas a Flavio Monzón. Un campesino maya de Panzós afirma que Flavio Monzón «sacó las firmas de los ancianos para ir a pedir las tierras al INTA. El volvió y reunió a la gente y dijo que, por equivocación del INTA y de sus abogados, la tierra salió a su nombre».10 Según un testigo que pertenece al sector terrateniente, Flavio Monzón compró estas tierras a otros propietarios legítimos.11
Los campesinos de Panzós siguieron reclamando al INTA a lo largo de los años setenta la regularización de la propiedad de las tierras, recibiendo asesoría legal de la Federación Autónoma Sindical de Guatemala (FASGUA), organización que apoyaba las reivindicaciones campesinas mediante procedimientos legales. Sin embargo, ningún campesino recibió el título de propiedad. Unos, obtuvieron promesas otros, títulos de propiedad provisionales, y también los hubo que sólo recibieron permisos para sembrar.
En 1978 se instaló un destacamento militar a pocos kilómetros de la cabecera municipal de Panzós, en un lugar conocido como Quinich.
En esta época progresó la capacidad de organización de los campesinos, a través de los comités que reivindicaban la titulación de las tierras, fenómeno que preocupó al sector finquero. Algunos entre estos propietarios afirmaron: «Varios campesinos residentes en las aldeas y caseríos quieren incendiar la población urbana con fines de invadir propiedades privadas»,12 y solicitaron protección al gobernador de Alta Verapaz.13 En mayo de 1978 varios finqueros se reunieron con el gobernador de Alta Verapaz y, considerando que «las concentraciones de campesinos que han venido sucediéndose provocan alarma entre la población pacífica (…) [los finqueros solicitan] protección para los habitantes; pues hay un destacamento militar a siete kilómetros de la cabecera municipal que podría trasladarse a la cabecera municipal en vista que no hay Policía Nacional para prevenir cualquier desorden».14 El gobernador departamental, en contestación a esta solicitud, respondió: «Se tomarán las medidas para contrarrestar cualquier desorden que llegara a cometerse de parte del grupo de campesinos provocadores».15
En mayo de 1978, cuatro o cinco días antes de la masacre, un contingente militar de unos 30 soldados se traslada de Quinich al salón municipal de Panzós. Cuando la Prensa le preguntó al alcalde de la época acerca de la razón de la presencia del Ejército en la cabecera municipal, el funcionario respondió: «Se debe a que mucha gente pidió personalmente que el Ejército viniera a ver la tranquilidad del lugar, porque se daban cuenta de que aquí se me amotinaban trescientos, cuatrocientos campesinos (…)».16 Varios comuneros de Panzós que viajaron a la capital, manifestaron a la Prensa que los finqueros «ya les habían amenazado con echarles el destacamento de Zacapa si continuaban alegando sus derechos en las tierras de las Verapaces».17
El Ejército consideraba que la organización campesina era parte activa de la guerrilla. El coronel Valerio Cienfuegos, que comandaba la tropa destacada en Panzós, dijo a la Prensa después de la masacre: «Se sabe que los campesinos se reúnen periódicamente en un campo de entrenamiento».18
El 27 de mayo de 1978, cuando campesinos del barrio San Vicente, Panzós, fueron a sembrar la milpa a orillas del río Polochic, aparecieron soldados en compañía de los hijos de un finquero de la zona y los intimidaron para que dejaran de reclamar tierras.19
El 27 de mayo, dos campesinos del barrio La Soledad, Panzós, fueron detenidos y otros maltratados por militares.20 Ese mismo día, al parecer como resultado de disturbios en el interior de la comunidad, una persona resultó muerta.21
Campesinos del barrio La Soledad y de la aldea Cahaboncito entregaron un documento preparado por FASGUA al alcalde, con el fin de que éste lo leyera en público.22 En el documento, FASGUA solicitaba al alcalde, Walter Overdick García, interceder «en favor de los campesinos y tratar de solucionar los problemas por ellos planteados».23
II.
Los hechos
El día 29 de mayo de 1978, para insistir en el reclamo de la tierra y manifestar el descontento ocasionado por los actos arbitrarios de finqueros, autoridades locales y militares, campesinos de las aldeas Cahaboncito, Semococh, Rubetzul, Canguachá, Sepacay, finca Moyagua y del barrio La Soledad, decidieron realizar una manifestación pública.
Este día, cientos de hombres, mujeres, niños y niñas indígenas se dirigieron a la plaza de la cabecera municipal de Panzós, cargando sus instrumentos de trabajo, machetes y palos. Una de las personas que participó en la manifestación afirma: «La idea no era pelear con nadie, lo que se pedía era la aclaración de la situación de la tierra. La gente venía de varios lugares y no tenían armas de fuego».24
Hacia las ocho de la mañana la población maya q’eqchi’ fue llegando a la plaza hasta que se llenó.25 El alcalde y los funcionarios municipales se encontraban dentro de la sede comunal, reunidos a puerta cerrada. Varios miembros del Ejército armados, algunos con ametralladoras, se encontraban en la puerta y también había soldados en el techo del edificio municipal, en el techo de la iglesia y sobre el salón municipal. 26
Alrededor de las nueve de la mañana los campesinos solicitaron hablar con el alcalde sobre sus problemas de tierras. El alcalde accedió a hablar, pero sólo con cuatro representantes del grupo. Sin embargo, debido al tumulto la reunión no se pudo realizar.27 Según una persona que estuvo en la plaza, un militar afirmó: «Si tierras quieren, la van a tener pero en el camposanto»28 y acusó a los campesinos de estar orientados por la guerrilla.
Hay distintas versiones sobre cómo se inició el tiroteo. Unos afirman que comenzó cuando «Mamá Maquín»29 empujó a un soldado que le impedía el paso; otros sostienen que se produjo debido a que la gente empujaba tratando de entrar en la municipalidad, lo que fue interpretado por los soldados como una agresión.30 Un testigo afirma que uno de los manifestantes le quitó el arma a un soldado pero que no la usó, por no saber hacerlo. Varias declarantes sostienen que un militar dijo: «Uno, dos, tres, fuego».31 En efecto, el teniente que dirigía a la tropa dio las órdenes para disparar contra la gente reunida.32 Los disparos, que sonaron durante unos cinco minutos, fueron hechos por las armas de reglamento que portaban los militares, así como las tres metralletas ubicadas a las orillas de la plaza. Los campesinos, por su lado, hirieron con machetes a varios soldados. Ningún soldado fue herido por arma de fuego. La plaza quedó cubierta de sangre.
De inmediato, el Ejército cerró las principales calles de acceso, a pesar de lo cual un declarante cuenta: «Los indígenas salieron despavoridos».33 Un helicóptero del Ejército sobrevoló el pueblo antes de recoger a los soldados heridos.
Un estudiante de Medicina, que realizaba su práctica profesional (EPS) y una trabajadora del centro de salud acudieron para recoger a los heridos. El centro de salud fue rodeado por los soldados. Con mucho esfuerzo y superando diversos obstáculos consiguieron atender a los heridos. «Ese día se estaba trabajando duro, hasta las cinco de la mañana (…) por mala suerte hubo derrumbe y no pasaba la ambulancia desde Cobán, tres Pick-ups llevaron a los heridos al Estor; la ambulancia no alcanzaba».34 Un vecino del pueblo ayudó con las medicinas de su farmacia y también colaboró en la atención a los heridos.
Después de la masacre, los militares prohibieron entrar a la plaza. En la tarde, autoridades municipales ordenaron levantar los cadáveres. Miembros del Ejército los metieron en la palangana de un camión azul de la municipalidad. Los llevaron a un lugar cercano al cementerio público y, con un tractor, cavaron un hoyo, donde colocaron los cuerpos. De este modo enterraron a 34 personas.35 Al día siguiente algunos campesinos fueron obligados por el jefe de la Policía Municipal, a inhumar el cuerpo de una persona que murió en el centro de salud.
Muchas de las personas que huyeron del lugar de los hechos se refugiaron en el barrio La Soledad. Hasta allí los persiguieron los soldados, maltratando a los que encontraba en su avance. Otras personas, mal heridas, murieron en la huida y sus cadáveres fueron encontrados más tarde en potreros o ahogados en el río Polochic. El alcalde de El Estor en aquella época afirmó, según la versión de un declarante, que aquel día recogieron 25 cadáveres que llegaron arrastrados por el río Polochic.
Sobre la base de informaciones recabadas por la CEH, se pudo establecer que murieron, tanto en la plaza como en las tentativas de fuga, un total de 53 personas.36 Otra fuente, señaló que, unas 47 resultaron heridas.37
Entre las personas que murieron estaba Adelina Caal, conocida como «Mamá Maquín».
III.
Después de los hechos
Panzós quedó ocupada por el Ejército después de la masacre, registrándose un aumento considerable del número de soldados destacados en el pueblo. Por espacio de varias semanas los pobladores no regresaron a sus casas y se escondieron del Ejército. Panzós se veía desierto y los que no habían huido se encerraban en sus hogares.38 Una habitante del municipio sostiene: «Nos empezaron a asustar los soldados; nosotros dormíamos en el monte».39 La Prensa anunció que de sus siete mil habitantes, mil quedaron en el pueblo.40
La masacre causó un gran impacto nacional e internacional. El 1 de junio de 1978 se realizó una numerosa manifestación de protesta en la capital, encabezada por la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU): fue conocida como la «marcha de los paraguas». 41 Se demandó el acceso a Panzós de una comisión estudiantil, de la Cruz Roja y de la Prensa. La Prensa nacional cubrió durante varios días, en primera plana, los acontecimientos. La Prensa internacional informó de la masacre al mismo tiempo. El relato de la masacre figura en múltiples historias populares y académicas.
A partir de la masacre el Ejército inició en el Valle Polochic una represión selectiva contra los líderes comunitarios que reivindicaban tierras y así también contra sacerdotes mayas. De las personas desaparecidas y ejecutadas extrajudicialmente por los soldados, comisionados militares y patrulleros de la autodefensa civil, entre 1978 y 1982, la CEH registró 310 víctimas.42 A consecuencia de estos hechos, se veían a diario cadáveres de indígenas flotando en el río Polochic. Según la declaración de una persona que trabajó en proyectos de desarrollo en el Valle Polochic entre 1978 y 1982: «Cada día, cuando iba a trabajar, me imaginaba que eran los mismos cadáveres que pasaban en el río, aunque sabía que no era posible, era demasiado fuerte darme cuenta que cada remolino traía nuevos muertos».43
La represión generalizada atemorizó e inmovilizó a la población de Panzós. Las peticiones de tierras disminuyeron. Desde 1978 hasta 1996 no volvería a realizarse una manifestación pública.
Cabe destacar que algunos de los destacamentos militares se ubicaron en terrenos de propiedad de finqueros, como el de la finca Tinajas y el de la finca Saquijá.
El 29 de mayo de 1997, 19 años después de la masacre, el Comité de Viudas de la zona presentó la denuncia ante el Juzgado de Paz de Panzós. El proceso se encuentra en la etapa de instrucción.
La exhumación de las víctimas de Panzós se realizó en septiembre de 1997 y el informe pericial fue entregado en junio de 1998, por la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG). Además, se han recibido siete declaraciones de testigos presenciales. Hasta la fecha de elaboración de este Informe no hay sindicados en el proceso.
En el Informe forense consta el hallazgo, en dos fosas, de 35 osamentas. De éstas, sólo se logró la identificación tentativa de dos, debido a su mal estado de conservación o a la escasa información ante mortem disponible. La gran mayoría de los restos analizados correspondieron a personas de sexo masculino (26 masculinos y 3 posibles masculinos). Por su parte, la edad de la mayoría se situaba entre los 19 y los 29 años. De las osamentas encontradas, sólo dos presentaban heridas de proyectil de arma de fuego evidentes, pero sobre la base de la interpretación de las placas de rayos X se pudo determinar que 18 osamentas, esto es el 51 % de las encontradas, presentaban fragmentos de proyectil de arma de fuego.44
El 19 de diciembre de 1997 la CEH solicitó al ministro de la Defensa Nacional comentarios, entre otros casos, sobre esta masacre. Respondió, el 5 de enero de 1998, inhibiéndose de realizar comentarios sobre los acontecimientos.45
IV.
El reconocimiento estatal de la problemática de la tierra
En el mes de junio de 1978 el Gobierno reconoció que «la falta de un sistema eficiente de control inmobiliario ha dado lugar a los múltiples problemas de tenencia de la tierra, problemas registrales y toda una serie de contradicciones en relación a este básico factor (…)».46 Esto se desprende, además, del interés del Gobierno por delimitar «las propiedades para establecer cuáles son comunales y cuáles del Estado (…) finqueros han obtenido tierras comunales como en el caso de la aldea Teleman».47 El mismo presidente Laugerud indicó que se debía investigar, para poner «en claro quienes son los verdaderos dueños, si son los campesinos y si en realidad, como aseguran, ellos han sido despojados de las mismas, a través de los famosos títulos supletorios».48
Al finalizar el enfrentamiento armado, todavía podía apreciarse que los terratenientes del Valle Polochic basaban su hegemonía en el control de la tierra, al igual que antes del enfrentamiento actuando como un grupo de poder, y es un grupo de poder «inflexible y poco tolerante, [que] mantiene una tradicional actitud antireformista y de agresiva defensa al mantenimiento del status quo en el agro».49
V.
Tesis sobre la responsabilidad presentada a la opinión pública
A la opinión pública de la época le fueron presentadas cuatro tesis en relación a la responsabilidad de la masacre: [1] legítima defensa del Ejército y responsabilidad de la guerrilla (versión oficial, tanto del Gobierno como del Ejército). El presidente Laugerud señaló que se trataba de un «plan de subversión patrocinado por Fidel Castro (…) los verdaderos responsables de lo sucedido en Panzós tendrán que pagarla (…) su Gobierno perseguirá a los que llevaron a cabo el adoctrinamiento de los campesinos, azuzándolos para que invadan tierras ajenas (…) los campesinos en lugar de dirigirse a la alcaldía, le dieron la vuelta al destacamento, atacando a un centinela (…) el resto de los soldados al ver lo que había ocurrido al centinela, tuvieron que hacer fuego para salvar sus vidas, pues aunque el machete es un instrumento de trabajo, también puede ser empleado como arma»;50 [2] responsabilidad del Ejército (versión sindical y popular); [3] responsabilidad de los finqueros (versión del campesinado); [4] responsabilidad mediata del INTA (versión del alcalde de la época, campesinos y organizaciones sindicales). El entonces alcalde de Panzós, Walter Overdick, señaló a los medios de comunicación que el INTA era «irresponsable», que le consta que hay indígenas que llevaban 15 años tramitando la obtención de tierra y el organismo nada les resolvía.51
VI.
Conclusiones
La CEH, después de analizar la información recibida, llegó a la plena convicción de que miembros del Ejército de Guatemala ejecutaron arbitrariamente a 53 personas y trataron de hacerlo con otras 47, que resultaron lesionadas, constituyendo esta masacre una gravísima violación del derecho a la vida.
El antecedente que las víctimas fueran población civil maya q’eqchi’ que no pertenecía a ningún movimiento guerrillero, organizada con el objetivo de reivindicar derechos relacionados con la propiedad de la tierra, agrava la responsabilidad política del Estado de Guatemala.
La CEH luego de considerar todas las circunstancias que rodearon los hechos, especialmente que los campesinos no atacaron con armas de fuego a los militares ni cometieron acto alguno que pudiera justificar el uso desproporcionado de la fuerza por parte del Ejército, está convencida de que no asiste a los autores de esta masacre la eximente de legítima defensa.
La CEH considera que este caso es ilustrativo de la influencia que ejerció el sector de propietarios agrícolas en la utilización del aparato del Estado, para que resolviera en su beneficio conflictos sobre tenencia de la tierra, aplicando la violencia armada contra campesinos pobres e involucrando al Ejército en la problemática agrícola. Esta consideración se basa en indicios varios y concordantes sobre la actuación de propietarios agrícolas de la zona, quienes no sólo pidieron la presencia del Ejército sino, además, favorecieron la creación de un ambiente hostil hacia la población campesina.
Los hechos revelan, además, hasta qué punto la persistencia de conflictos generados por la tenencia y la propiedad de la tierra y la incapacidad o la carencia de voluntad estatal para resolverlos, generan un ambiente de inestabilidad social que, en este caso, se resolvió recurriendo a un auténtico mecanismo de terror sobre la población, cuyos efectos persistieron durante casi dos décadas.
Por último, la CEH lamenta la falta de respuesta del Ministerio de la Defensa Nacional a su solicitud sobre el presente caso, lo cual contradice lo estipulado en el artículo 10 de la Ley de Reconciliación Nacional y en nada contribuye a la concordia nacional.
LISTADO DE LAS VICTIMAS
Ejecución arbitraria
Abelardo Ac Caal
Adelina Caal Caal
Alfredo Choca
Andrés Chub
Andrés Rax
Antonio Sub
Apolonio Tux
Bartolome Chub Chun
Bartolome Chun Chub
Bartolomeo Sacul Chun
Domingo Cac
Domingo Coc Pérez
Domingo Cuc
Felix Caal Seb
Felix Caal Xo
Francisco Choc
Francisco Coc
Francisco Seb,Ché
Francisco Tzalam
Hilario Choc Pop
José Chen Ac
José Coc Pop
José Maquin
José Xol Coc
José Yat Chun
Juan Ché
Juan Cuz
Juan Meza
Lorenzo Choc Cuz
Manuel Cabral Tzi
Marcelino Cuz Choc
María Luisa Cabnal
Marcos Choc
Mena Chun
Miguel Cahuec
Miguel Quib
Norberto Chub Choc
Pablo Caal Chun
Pablo Cuz Mo
Pablo Rax
Paulino Cuz Mo
Pedro Caal
Pedro Maqui
Ricardo Bac Chub
Roberto Ical Choc
Sabina Tuc Xo
Sabino Cuz Coc
Santiago Choc
Santiago Ché
Santiago Seb Caal
Santiago Seb Ché
Tomás Chen Quib
Tomás Coc
Herido en Atentado
Marcos Choc
Pedro Caal Chub
Ricardo Caal Caal
Víctimas Colectivas/Desconocidas: 44
1 Testigo directo (viuda/sobreviviente) CEH. Regrese al Texto
2 Testigo directo (sobreviviente) CEH. Regrese al Texto
3 VII Censo General de Población (1973). Regrese al Texto
4 Julio Castellanos Cambranes, Tendencias del desarrollo agrario, en 500 años de lucha por la tierra, volumen 1, FLACSO Guatemala (1992), pg. 305. Cambranes afirma que «en la Alta Verapaz a fines del siglo XIX los finqueros alemanes llegaron a concentrar en sus manos las tres cuartas partes de la extensión total de los 8.686 kilómetros cuadrados que tenía el territorio departamental. En este departamento llegó a tal grado la apropiación de tierras y hombres por los empresarios agrarios alemanes, que un jefe político constató que los campesinos desaparecían de sus pueblos de la noche a la mañana, huyendo de los finqueros», pg. 327, «De este modo comenzó el problema agrario en el Valle del Polochic». Regrese al Texto
5 Ibidem, pg. 316. Regrese al Texto
6 Centro de Investigaciones de Historia Social, Panzós: testimonio, CEIHS (1979). Regrese al Texto
7 Mendizabal, Ana Beatriz, Estado y políticas de desarrollo agrario: la masacre campesina de Panzós. Regrese al Texto
8 Cambranes, Julio Castellanos, Tendencias del desarrollo agrario, en 500 años de lucha por la tierra, volumen 1, FLACSO (Guatemala, 1992), pg. 327. Regrese al Texto
9 Carlos Leonidas Díaz Molina, Que fluya la verdad, en Crónica, 10 de julio de 1998, pg. 4. Flavio Monzón llegó a Panzós en 1922, fue alcalde seis veces, tres veces electo y tres veces nombrado. El primer terreno que adquirió, por adjudicación de la municipalidad, fue en 1940. Regrese al Texto
10 Testigo directo (líder campesino) CEH. Regrese al Texto
11 Carlos Leonidas Díaz Molina, Que fluya la verdad, en Crónica, 10 de julio de 1998, pg. 4. Al inicio de los sesenta Monzón compró la finca San Vicente, después Canarias, San Luis, Las Tinajas y, finalmente, Sechoc. Regrese al Texto
12 Gobernación Departamental de Alta Verapaz, Acta de audiencia de fecha 5 de mayo de 1978, suscrita en Cobán por el Coronel Benigno Alvarez S., gobernador departamental, y por Flavio Monzón, Héctor Monzón, Raúl Aníbal Ayala, Joaquín González, Mario Cazs y José María Borges. Regrese al Texto
13 En el acta municipal 34-64 se ve el primer antecedente de presencia militar, al asentarse la necesidad de «incorporar el orden en el lugar y la seguridad de sus vecinos.» Esto sucedió el 9 de enero de 1965. Regrese al Texto
14 Gobernación Departamental de Alta Verapaz, Acta de audiencia de fecha 5 de mayo de 1978, Cobán, Ob.cit. Regrese al Texto
16 Diario de Centro América, 2 de junio de 1978, pg. 5. Regrese al Texto
17 La Tarde, 31 de mayo de 1978, pg. 4. Regrese al Texto
18 La Tarde, 3 de junio de 1978, pg. 4. Regrese al Texto
19 Testigo de referencia CEH. Regrese al Texto
20 Testigo directo CEH. El Ejército detuvo a las dos personas porque los consideró, «sospechosos, que estaban mirando por el parque al destacamento». Regrese al Texto
21 Testigo de referencia CEH. Regrese al Texto
22 Impacto, 19 de julio de 1978, pg. 7. Regrese al Texto
23 Memorándum de la Comisión de Solidaridad con Panzós, 12 de julio de 1978. Regrese al Texto
24 Testigo directo (líder campesino) CEH. Regrese al Texto
25 Sobre el número de personas que se congregaron en la plaza, los datos son controvertidos. Un declarante afirmó que había 1,500 personas; otro, 3 mil personas; la Comisión Interamericana en la compilación de informes sobre Guatemala (1 de junio de 1995), al igual que Matt Davison, calcula que fueron 700. No existe forma de saber el número exacto. Todos coinciden, sin embargo, en que la plaza se llenó. Regrese al Texto
26 Testigos directos CEH. Regrese al Texto
27 Diario de Centro América, 2 de junio de 1978, entrevista a Walter Overdick, alcalde de Panzós. Regrese al Texto
28 Testigo directo (líder campesino) CEH. Regrese al Texto
29 Adelina Caal, conocida como Mamá Maquin, fue una mujer con un liderazgo reconocido en la zona. Dicen que tenía poder de convocatoria entre la gente, que promovía la reinvidicación de la tierra y que impulsaba las actividades culturales de la población q’eqchi’. Regrese al Texto
30 Diario de Centro América, 2 de junio de 1978, pg. 5. El alcalde de la época, Walter Overdick, sostiene que «la gente del medio del grupo empujó a los que estaban adelante». Regrese al Texto
31 Testimonio colectivo (viudas) CEH. Regrese al Texto
32 Embajada de EE UU en Guatemala, telegrama a Departamento de Estado, 8 de noviembre de 1979, Pq. 1-49. Declaración de un influyente miembro del Gobierno, donde además se informa, que el teniente fue dado de baja y que continuó sus estudios fuera del país. Regrese al Texto
33 Testigo directo CEH. Regrese al Texto
34 Testigo directo CEH. Regrese al Texto
35 Fundación de Antropología Forense de Guatemala, informe de exhumación, junio de 1998. Regrese al Texto
36 El Imparcial , 30 de mayo de 1978. Afirma que los muertos fueron 43. El Diario Latino, 30 de mayo de 1978. Afirma que los muertos fueron 37. La denuncia presentada ante el Ministerio Público de Cobán afirma que fueron 160 las víctimas. Regrese al Texto
37 Un declarante afirma que fueron 63 los heridos. Sin embargo, la cifra referida (47) deriva de la declaración de una persona que trabajaba en el centro de Salud en la época, por lo que se considera probablemente más acertada. El Imparcial, 30 de mayo de 1978. Afirma que 40 personas fueron trasladadas al hospital. Regrese al Texto
38 Diario de Centro América, 2 de junio de 1978. Entrevista a Walter Overdick, alcalde de Panzós. Regrese al Texto
39 Testigo directo CEH. Regrese al Texto
40 El Imparcial, 2 de junio de 1978. Regrese al Texto
41 CI 45. Ejecución de Oliverio Castañeda de León, Secretario de la AEU, quien lideró acciones frente al Gobierno. Su muerte, 20 de octubre de 1978, tiene vínculos con la protesta por esta masacre. Regrese al Texto
42 C 12018. 1982. Panzós, Alta Verapaz. C 12199. 1982. Cahabón, Alta Verapaz. C 9259. 1982. Cahabón, Alta Verapaz. C 10113. Mayo, 1982. Cahabón, Alta Verapaz. C 11624. Junio, 1981. Panzós, Alta Verapaz. C 11639. Agosto, 1982. Panzós, Alta Verapaz. C 9206. Agosto, 1982. Panzós, Alta Verapaz. Regrese al Texto
43 Testigo directo Fundación de Antropología Forense de Guatemala, citado en Informe para la CEH, pg. 21. Regrese al Texto
44 Fundación de Antropología Forense de Guatemala, Informe para la CEH, pg. 27-29. Regrese al Texto
45 Oficio No. 002-MDN-acom/98. Regrese al Texto
46 Diario de Centro América, 22 de junio de 1978, pg. 11. Regrese al Texto
47 La Hora, 14 de agosto de 1978. Regrese al Texto
48 La Hora, 1 de junio de 1978. Regrese al Texto
49 CODEDUR/SEGEPLAN/GTZ, «Plan marco para el desarrollo del Departamento de Alta Verapaz, diciembre 1996, pg. 59. Regrese al Texto
50 Impacto, 1 de junio de 1978. Excelsior de México, 2 de junio de 1978. La Nación, 1 de junio de 1978. Regrese al Texto
51 La Tarde, junio de 1978. 1 10 12
Hoy hace 128 años la bandera negra hizo su primera aparición «oficial» en la manifestación de los parados en los Invalides, el 9 de marzo de 1883, durante un meeting organizado por el sindicato de carpinteros. Louise Michel, en dicho meeting enarbola por primera vez una bandera improvisada con una falda negra atada al palo de una escoba.
Fue sentenciada entonces a 6 años de cárcel. Fue a una prisión donde había muchas mujeres prostitutas e hizo suya la causa de ellas públicamente diciendo y escribiendo: «Ni una chica más para la prostitución, ni un chico más para el ejército…«, es lo que pensaba sobre una sociedad prostituyente y militarista.
Esta fue la defensa de la bandera negra que ella hizo durante su proceso:
«Hay algo más importante en este proceso que arrancar algunos trozos de pan. Se trata de la idea que perseguimos, de las teorias anarquistas que ellos quieren por todos los medios condenar.
Ellos insisten en el famoso librito «¡Contra el ejército! » al que el ministerio público ha hecho una publicidad que no nos esperabamos.
Por otra parte, en 1871, se nos ha tratado duramente. He visto a los generales que fusilaban; he visto M. de Gallifet matar sin juicio a dos comerciantes de Montmartre que nunca habían sido partidarios de la Comuna; he visto masacrar a los prisioneros porque osaban quejarse: Han matado a mujeres y a niños; han acorralado a los federales como a bestias salvajes; he visto las esquinas de las calles llenas de cadáveres. No se asombren si vuestras persecuciones nos conmueven poco.
¡Ah!, ciertamente, señor abogado general, a usted le resulta extraño que una mujer ose defender la bandera negra. ¿Por qué hemos resguardado la manifestación bajo la bandera negra? Porque esta bandera es la de las huelgas e indica que el obrero no tiene pan.
Si nuestra manifestación no hubiera sido pacifica, hubieramos cogido la bandera roja que está ahora clavada en Père Lachaise, encima de la tumba de nuestros muertos. Cuando la enarbolemos, sabremos defendernos. Nosotros no hemos llamado a la Internacional muerta porque no hemos podido reunir sus pedazos y porque la Internacional es un poder oculto y ya es hora de que el pueblo se muestre a la luz del día.
Ahora mismo, hablabamos de los soldados que tiraban contra los jefes, pues bien, en Sedan, si los soldados hubieran tirado a sus jefes, ¿cree usted que hubiera sido un crimen? Al menos, el honor hubiera estado a salvo. Mientras que se ha mantenido la vieja disciplina militar, hemos dejado pasar a Bonaparte que iba a liberar a Francia del extranjero.
Pero yo no persigo ni a Bonaparte ni a los «orleanistas»; no persigo más que a sus ideas. Prefiero más ver a Gautier, Kropotkine y Bernard en la cárcel que al ministerio. Allí, sirven a la idea socialista, mientras que en las situaciones excepcionales, nos inunda el vertigo y olvidamos todo.
En cuanto a mi, lo que me consuela, es que yo veo por encima de vosotros, por encima de los tribunales, levantarse la aurora de la libertad y la igualdad humana. Hoy estamos en la República y estamos en la más absoluta miseria. Pero no es esta la República que nosostros queremos, sino la República en donde todo el mundo trabaje y pueda consumir lo que le sea necesario según sus necesidades.
Se nos habla de libertad: hay la libertad de la tribuna que al final nos condena a 5 años de trabajos forzados. Y en lo que respecta a la libertad de reunón, sucede lo mismo. En Inglaterra, el meeting habrá tenido lugar; en Francia ni siquiera hemos hecho los requerimientos a la ley para que la gente se retirara sin resistencia. El pueblo muere de hambre, pues bien, yo he cogido la bandera negra y me he ido a decir que el pueblo no tenía trabajo y no comida. Este es mi crimen, juzgenlo como quieran.
Ustedes dicen que queremos hacer una revolución. Pero estas son las cosas que provocan las revoluciones: es el desastre de Sedan lo que ha hecho caer el imperio, y algún crimen de nuestro gobierno, traerá también una revolución. Esto es cierto. Y quizás, ustedes mismos, en su momento, estarán del lado de los indignados si vuestro interés es el de estar allí. Pensad en ello.
Si hay tantos anarquistas, es que hay mucha gente está asqueada de la triste comedia, que desde hace tanto tiempo, nos muestran los gobiernos. Yo soy ambiciosa para la humanidad, quisiera que todo el mundo fuera artista y poeta para que la vanidad humana desapareciera. No tengo demasiada ilusión en ello. Tengánlo en cuenta para cuando el señor abogado hable de mi vanidad. Pues bien, tengo mucho orgullo incluso para ser un jefe: en algún momento es necesario que un jefe se rebaje ante de sus soldados, para después convertirse en un despota.
No quiero discutir la acusación de robo que se me reprocha, eso es demasiado ridiculo. Pero si ustedes me quieren castigar, cometo todos los diías delitos en la prensa, cuando hablo etc. Pues bien, castiguenme por estos delitos.
Resumiendo, el pueblo no tiene ni pan ni trabajo, y no tenemos en perspectiva más que la guerra. Y nosotros queremos la paz de la humanidad y la unión de los pueblos. Estos son los crimenes que hemos cometido.
Cada uno busca su camino, nosotros buscamos el nuestro y pensamos que el día en que reine la libertad y la igualdad, el género humano sera feliz.»