Hoy hace 128 años la bandera negra hizo su primera aparición «oficial» en la manifestación de los parados en los Invalides, el 9 de marzo de 1883, durante un meeting organizado por el sindicato de carpinteros. Louise Michel, en dicho meeting enarbola por primera vez una bandera improvisada con una falda negra atada al palo de una escoba.
Fue sentenciada entonces a 6 años de cárcel. Fue a una prisión donde había muchas mujeres prostitutas e hizo suya la causa de ellas públicamente diciendo y escribiendo: «Ni una chica más para la prostitución, ni un chico más para el ejército…«, es lo que pensaba sobre una sociedad prostituyente y militarista.
Esta fue la defensa de la bandera negra que ella hizo durante su proceso:
«Hay algo más importante en este proceso que arrancar algunos trozos de pan. Se trata de la idea que perseguimos, de las teorias anarquistas que ellos quieren por todos los medios condenar.
Ellos insisten en el famoso librito «¡Contra el ejército! » al que el ministerio público ha hecho una publicidad que no nos esperabamos.
Por otra parte, en 1871, se nos ha tratado duramente. He visto a los generales que fusilaban; he visto M. de Gallifet matar sin juicio a dos comerciantes de Montmartre que nunca habían sido partidarios de la Comuna; he visto masacrar a los prisioneros porque osaban quejarse: Han matado a mujeres y a niños; han acorralado a los federales como a bestias salvajes; he visto las esquinas de las calles llenas de cadáveres. No se asombren si vuestras persecuciones nos conmueven poco.
¡Ah!, ciertamente, señor abogado general, a usted le resulta extraño que una mujer ose defender la bandera negra. ¿Por qué hemos resguardado la manifestación bajo la bandera negra? Porque esta bandera es la de las huelgas e indica que el obrero no tiene pan.
Si nuestra manifestación no hubiera sido pacifica, hubieramos cogido la bandera roja que está ahora clavada en Père Lachaise, encima de la tumba de nuestros muertos. Cuando la enarbolemos, sabremos defendernos. Nosotros no hemos llamado a la Internacional muerta porque no hemos podido reunir sus pedazos y porque la Internacional es un poder oculto y ya es hora de que el pueblo se muestre a la luz del día.
Ahora mismo, hablabamos de los soldados que tiraban contra los jefes, pues bien, en Sedan, si los soldados hubieran tirado a sus jefes, ¿cree usted que hubiera sido un crimen? Al menos, el honor hubiera estado a salvo. Mientras que se ha mantenido la vieja disciplina militar, hemos dejado pasar a Bonaparte que iba a liberar a Francia del extranjero.
Pero yo no persigo ni a Bonaparte ni a los «orleanistas»; no persigo más que a sus ideas. Prefiero más ver a Gautier, Kropotkine y Bernard en la cárcel que al ministerio. Allí, sirven a la idea socialista, mientras que en las situaciones excepcionales, nos inunda el vertigo y olvidamos todo.
En cuanto a mi, lo que me consuela, es que yo veo por encima de vosotros, por encima de los tribunales, levantarse la aurora de la libertad y la igualdad humana. Hoy estamos en la República y estamos en la más absoluta miseria. Pero no es esta la República que nosostros queremos, sino la República en donde todo el mundo trabaje y pueda consumir lo que le sea necesario según sus necesidades.
Se nos habla de libertad: hay la libertad de la tribuna que al final nos condena a 5 años de trabajos forzados. Y en lo que respecta a la libertad de reunón, sucede lo mismo. En Inglaterra, el meeting habrá tenido lugar; en Francia ni siquiera hemos hecho los requerimientos a la ley para que la gente se retirara sin resistencia. El pueblo muere de hambre, pues bien, yo he cogido la bandera negra y me he ido a decir que el pueblo no tenía trabajo y no comida. Este es mi crimen, juzgenlo como quieran.
Ustedes dicen que queremos hacer una revolución. Pero estas son las cosas que provocan las revoluciones: es el desastre de Sedan lo que ha hecho caer el imperio, y algún crimen de nuestro gobierno, traerá también una revolución. Esto es cierto. Y quizás, ustedes mismos, en su momento, estarán del lado de los indignados si vuestro interés es el de estar allí. Pensad en ello.
Si hay tantos anarquistas, es que hay mucha gente está asqueada de la triste comedia, que desde hace tanto tiempo, nos muestran los gobiernos. Yo soy ambiciosa para la humanidad, quisiera que todo el mundo fuera artista y poeta para que la vanidad humana desapareciera. No tengo demasiada ilusión en ello. Tengánlo en cuenta para cuando el señor abogado hable de mi vanidad. Pues bien, tengo mucho orgullo incluso para ser un jefe: en algún momento es necesario que un jefe se rebaje ante de sus soldados, para después convertirse en un despota.
No quiero discutir la acusación de robo que se me reprocha, eso es demasiado ridiculo. Pero si ustedes me quieren castigar, cometo todos los diías delitos en la prensa, cuando hablo etc. Pues bien, castiguenme por estos delitos.
Resumiendo, el pueblo no tiene ni pan ni trabajo, y no tenemos en perspectiva más que la guerra. Y nosotros queremos la paz de la humanidad y la unión de los pueblos. Estos son los crimenes que hemos cometido.
Cada uno busca su camino, nosotros buscamos el nuestro y pensamos que el día en que reine la libertad y la igualdad, el género humano sera feliz.»